Osiris
A Osiris se le representa casi siempre momificado, con el rostro de color verde o negro, una corona Atef, el cayado (heqa) y el látigo (mayal o nebeh) o el cetro uas. Ocasionalmente, se le asigna forma de pez.
Mitología
Era el jefe de la tríada Osiriaca, formada por Osiris, Isis y Horus.
Osiris fue un héroe cultural, rey mítico, fundador de la nación egipcia, que enseñó a los hombres la civilización, las leyes, la agricultura y cómo adorar a los dioses. Muere como hombre pero resucita como inmortal gracias a Thot. Es el responsable de juzgar a los muertos en la Duat, donde está acompañado por 42 dioses-jueces (uno por cada nomo) que dictaminarán lo que acaecerá al difunto.
El mito de Osiris, contado en forma conexa, se conoce sólo por Plutarco:
Osiris es hijo de Geb y Nut, fruto de una intriga amorosa. Cuando Ra se entera de la infidelidad de su esposa, decreta la imposibilidad de parirlo en ningún mes del año. Thot, otro amante de Nut, jugando una partida con la Luna (Jonsu), consiguió ganarle una 72ª parte de cada día del año, con la que compuso cinco días que añadió al año egipcio de 360 días. Es el origen mítico de los cinco días epagómenos, considerados fuera del año, y exentos de la maldición de Ra. Por eso, Osiris nace el primer día de ellos.
Mediante una trampa artera, su hermano Seth lo asesinó, cortando su cuerpo en catorce pedazos que esparció por todo Egipto. Su esposa y hermana Isis recuperó amorosamente todos los miembros, excepto el viril, que se había comido el pez oxirrinco. Con la ayuda de su hijo adoptivo, Anubis lo embalsamó y, posteriormente, Isis con su poderosa magia logró insuflar nueva vida al cadáver momificado de Osiris, quedando embarazada de él. Engendraron así a su único hijo, Horus, quien vengó su muerte desterrando a Seth al desierto y recuperando el trono de Egipto, mientras que Osiris permanecería como rey de los muertos, en los fértiles campos de Aaru.
En los textos funerarios, como el Libro de los Muertos, el faraón difunto se identifica con Osiris, rey de los muertos, del mismo modo que en vida lo había hecho con su hijo Horus.
Epítetos
El nombre de Osiris y sus epítetos variaron a lo largo de la Historia del Antiguo Egipto. Como Necher aa "Gran dios", fue venerado en muchos santuarios, reflejándose en sus títulos: Neb Abdyu "Señor de Abidos", Neb Dyedu "Señor de Dyedu"; y como gran dios funerario recibe el nombre de Jenty amentu "El que está al frente de los occidentales", referente a los fallecidos. También es denominado Unenefer "El que continua siendo perfecto", en alusión a su prodigiosa potencia después de muerto.
Culto
Los egipcios vieron en la resurrección de Osiris la promesa de una vida eterna. Creían que todos los hombres vivirían eternamente, en el Aaru, si se realizaban ceremonias funerarias similares a las efectuadas con Osiris, muerto y resucitado. Así desde el Imperio Medio era costumbre, en los textos funerarios, nombrar al difunto con el apelativo de "Osiris".
Estatuilla de Osiris.
Los "Misterios de Osiris"
En Abidos se celebraban los "Misterios de Osiris", una de las más importantes festividades durante el Imperio Medio; consistían en rememorar la muerte, entierro y resurrección de Osiris, con la consiguiente promesa de vida eterna para los asistentes y sus difuntos. Constaba de cinco partes: la procesión, encabezada por Upuaut, que culminaba en un combate contra los enemigos de Osiris, como simbolismo de la expulsión de las fuerzas del caos; la procesión funeraria de Osiris, como Jenty amentiu, por la necrópolis de Abidos; el viaje en barca del dios hasta Poker, donde estaba su mitológica tumba (la que fue del faraón Dyer); la noche de vigilia del difunto Osiris, con su posterior regeneración, transfiguración en espíritu y coronación (la parte más desconocida y secreta de los misterios); el retorno gozoso de la imagen del dios a su templo de Abidos, entre la alegría general.
Según la tradición, en los catorce lugares donde Seth enterró cada parte del cuerpo de Osiris, los egipcios erigieron un templo: En Abidos estaría su cabeza, y era Osiris-Jenti-Amentiu, el "Señor de los Occidentales"; se le erigió un gran santuario de peregrinación para los egipcios. Era venerado como símbolo de la vida eterna. En Busiris estaría la columna vertebral (asociada al pilar Dyed), y era dios principal de esta ciudad, de donde procedía la divinidad. En Letópolis estaría el hombro izquierdo, o el cuello, siendo Horus su guardián. En Atribis estaría su corazón. En Menfis también declaraban que estaba su cabeza.
Dios muy popular, originario de Busiris, fue venerado principalmente en Abidos (Osireion), Bubastis y Mendes. También fue venerado en las islas de Biga y de File, donde había una tumba del dios; en Canopus era representado en forma de vasija con cabeza humana.
Sincretismo
Osiris y el cristianismo
"Jesús de Nazaret no fue ni el primero, ni el único ser sobre la Tierra que murió y resucitó al tercer día. Tampoco fue el primero en multiplicar panes y peces para alimentar a sus seguidores, ni el único niño de la historia que nació de madre virgen o fue venerado en su cuna por venerables sabios. Antes que Él, junto al Nilo, el dios egipcio Osiris gozó de idénticos privilegios. Y lo que es más importante: tales prodigios fueron perpetuados a través de la institución faraónica, que atribuía simbólicamente al rey de Egipto atributos que, siglos después, los discípulos concederían sólo a Jesús de Nazaret"... "Tras bucear y comparar las fuentes originales en las que la tradición egipcia y la cristiana confluyen, nos ofrece una conclusión impactante: que los modernos cristianos, sin saberlo, siguen profesando una religión que se creyó extinta hace dos milenios".[3]
Osiris como dios del vino
Osiris, según las crónicas, fue el primero que hizo trepar la vid por una estaca y pisó los racimos. El viajero griego Diodoro Sículo relata:
"Osiris enseñó a la humanidad el cultivo de la vid, así como a vendimiar la uva y cómo guardar el vino".
Osiris en la poesía española
El poeta Juan Eduardo Cirlot dedicó al dios un memorable soneto, en el que alude a su desmembramiento y reconstrucción:
A Osiris
Repartido en pedazos y en lamentos,
repartido en países y en canciones,
repartido en lejanos corazones,
repartido en profundos monumentos.
Repartido en obscuros sentimientos,
repartido en distintas emociones,
repartido en palabras y oraciones,
repartido y perdido en los momentos.
Heredero del tiempo y del espacio,
víctima de transcursos y distancias,
ser en seres deshecho y repartido.
Yo busco tu hermosura y tu palacio,
tu boca de rubíes y fragancias
para reunirte solo en un gemido.
Juan Eduardo Cirlot